martes, 13 de septiembre de 2011

Destino: el mundo

El silencio me relaja, a veces.
El ruido me une con el mundo.
Encendemos la radio, la tele, para confirmar que no estamos solos.
Confirmo que estoy viva y no soy la únicca, con el ruido que viene del exterior.
De ésta manera reafirmo mi necesidad de contacto con el mundo.
Camino entre gente desconocida, pero viva (eso creo). Nos reconocemos.
Sabemos que vamos por los mismos caminos, pero, a veces, el instinto del depredador que sabemos que el otro también lleva dentro, nos hace alejarnos, nos damos miedo.
Aún así nos necesitamos. Los bares son una excusa para mezclarnos, también para confundirnos, mirarnos, hablarnos.
Tal vez seamos el nuevo Anticristo porque somos Legión; todo en uno, lo bueno y lo malo, lo hecho y lo pendiente, el odio y el amor, los extremos que no queremos reconocer como propios y que nos son dados.
La libertad y la represión a la que nosotros mismos nos replegamos por temor a expresar lo que sentimos, lo que somos.
Somos uno, somos todos, no somos hormigas aunque nos obliguen a vivir como ellas.
Somos las abejas del panal, producimos, reproducimos, estamos dentro pero estamos fuera de la sinrazón de nuestra colectividad.
Necesito gente a mi alrededor, aunque vaya en dirección contraria. Tal vez alguien se de la vuelta, sienta curiosidad y se despierte, no en mi realidad sino en la suya, y sea capaz de pararse y mirar y ver dónde está.
No hay una verdad absoluta, el buen camino hace tiempo fue eliminado de los mapas (no había presupuesto para la carretera), no tenemos un GPS marcando nuestro destino.
Pero sabemos lo que necesitamos y si tenemos suerte, dónde encontrarlo.
Suerte, amigo.


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