Vivimos obcecados en nuestro concepto de la realidad y de cómo son los demás.
Con un aparato de etiquetar en la mano, según vemos entrar a alguien ya le estamos dando a la ruleta de etiquetado.
Parece que así es más fácil y no nos damos cuenta de que con nuestra etiqueta estamos estigmatizando.
Convertimos a alguien en lo que probablemente no es con nuestros prejuicios y regamos con nuestra opinión todo lo que está a nuestro alcance.
Somos así, queremos hacer que los demás compartan nuestra opinión, haciendo que vean a través de nuestros ojos la etiqueta que ya hemos colgado.
Pero dar marcha atrás es tan difícil, reconocer que nos hemos equivocado, dar la oportunidad que a priori hemos negado,... que a veces es un paso que no damos.
Hay gente con la que conectas por química, somos así, pero cuando no queremos intentar que haya contacto sólo por el aspecto o por lo que en un momento dado nos parece ver en el otro...nos convertimos en jueces y censores de los demás, un título que nadie nos ha otorgado.
Hay errores que pueden pagarse muy caros, Algún día, en alguna circunstancia, fuera de nuestro entorno, estaremos al otro lado, la vida es así, entonces seremos nosotros los etiquetados, los prejuzgados, los expulsados, sólo por ser extraños.