jueves, 29 de septiembre de 2011

Carnaval en el metro

- ¡Vaya pinta que tienes!
-¿Me dices a mi?
-¿Tú te miras en el espejo antes de salir?
-¿Para qué? Si ya se lo que me vas a decir.
-Con esas pintas asustas a la gente, nadie querrá acercarse a tí.
-No me importa, mamá. Llegaré tarde.

Eulalia, Uli- las amigas habián tenido piedad con su nombre- bajó las escaleras del metro, como cada día, pero ésta vez en dirección a la fiesta.
En el recorrido intentó pensar en las palabras de su madre, las de siempre.
Daba igual que llevara el uniforme del trabajo, que saliera de fiesta o que fuera de excursión, ella siempre menospreciaba su aspecto.
Según ella debería vestirse como una "señorita", llevar la ropa de trabajo en una mochila y cambiarse al llegar, vestirse "con propiedad" para cada momento. (Propiedad y aspecto, que absurda relación de palabras)
Uli seguía pensando en el vagón del metro, no sobre el sentido de la vida, sino sobre lo absurdos que somos al identificar a una persona por su ropa.
Tengo un uniforme, cada día uno distinto: el del curro, el de salir, el de los conciertos, el de la piscina, el de las reuniones familiares,...
Me cruzo con cientos de personas cada día y me doy cuenta que todos me identifican por la ropa que llevo puesta en cada momento.
Paso de ser una repartidora de propaganda a ser una señorita respetable que acude a un restaurante, sólo con ponerme un vestido blanco con flores. Si me pongo tacones y me maquillo me abren la puerta de los lugares más selectos.
En un concierto casi nadie te mira, pero quien lo hace repara en mi camiseta negra con un breve mensaje "fuck you all", no es nada personal, es que me da igual lo que piensen o hagan los demás.
Este momento, que llevo puesto lo que me apetece, me doy cuenta de las miradas de rechazo.
La gente me mira y me cataloga.
Parece que si pueden colgarte una etiqueta se relajan, "es un pijo, un currito, un estudiante,..."saben lo que eres, lo que aparentas, ya pueden pensar en otra cosa.
Si no eres como yo eres diferente-pensaría yo- pero ellos piensan: "eres mi enemigo, eres peligroso".
Antes de bajarse en su parada Uli echa la vista atrás, los habitantes del metro la siguen mirando.
Piensa en cómo se deben sentir los negros, los punkis con cresta, los desterrados,...
Al final, lo importante es elegir el disfraz que te vas a poner antes de salir de casa.
Debe coincidir con la opinión de quienes te rodean, aunque no sea la tuya.
Uli concluye que tiene un problema, vaya donde vaya la mirarán aunque no quiera.
No será por sus tatuajes, que no tiene. Tampoco lleva piercing; sólo es que la gusta vestir a su manera.
Hace tiempo que colgó los imperdibles y los cuadros escoceses, también los pelos de colores -en su curro no lo ven bien-.
Ahora viste de negro, siente que está de luto por la sociedad en la que vive.
Es muy triste que cada día sea carnaval para el 80% de la humanidad. Mientras tanto, aquí seguimos.
Uli baja del metro en su estación, sabe que según baja comienzan los comentarios.
Es inevitable.
Recoge su larga melena blanca en una coleta y mira hacia atrás desafiante.
Ha aprendido a convivir con las miradas de soslayo, con la falsa aceptación.
Ha aprendido a mirar al frente, hacia adelante, atrás sólo queda el camino andado.
También ha aprendido a mirar a los ojos de la gente, sabe que su uniforme, su disfraz, es temporal.
Todos acabamos desnudos en algún momento, aunque sólo sea en la ducha (el baño de tu casa siempre es un refugio) entonces no tienes a quién vender tu disfraz.
Uli busca esa desnudez, el alma.
Aunque sabe que hay quien ni desnudo se quita la máscara.
Uli tiene una ventaja y un incoveniente, por eso todo el mundo la mira.
Uli nació disfrazada.



 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Dudas y miedo


Si la duda y el miedo se mezclan hacen un cóctel explosivo.
El miedo nos hace dudar, las dudas nos hacen tener miedo.
El miedo te hace débil; aunque creas lo contrario cuando apoyas los pies con fuerza en el suelo.
El miedo sin enemigo, la imaginación creando dudas como referencia, hacen que te pierdas en un laberinto que tú mismo has construido.
El miedo es libre, más libre que tú. El miedo corre y te arrastra sin rumbo.
Tenemos miedo a la muerte y a la vida, a la decepción y al fracaso.
Tenemos miedo a lo conocido y a lo desconocido.
Tenemos miedo a dudar de nuestras decisiones; y si me equivoco en lo que he decidido?
Sabemos que equivocarse es de sabios, pero no alcanzamos a reconocer que nuestros errores nos ayudan en nuestro camino.
No nos damos cuenta que un error es un impulso para avanzar en cualquier camino, el cualquier ámbito de nuestra vida.
Segregamos, disgregamos, hacemos ghetos de pensamientos, de situaciones, todo vale para cercar una idea, pensamos "seguro que tiene algo malo para alguien; para mí"
Dudamos de los demás, de su verdad, su confianza, su cariño.
Dudamos de nosotros mismos, de nuestros valores, de lo que ofrecemos al mundo.
Dudamos de lo que tenemos cerca, de lo que queremos, de lo único que tememos perder.
El verbo dudar debería estar prohibido, debería ser anticonstitucional.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Día positivo

Me gusta el olor que desprende el calor de la ropa recien planchada.
Me gustan las rosas moradas.
Me gusta despertarme y darme media vuelta en la cama mientras decido si me levanto o sigo durmiendo.
Me gustan los regalos fuera de fecha.
Me gusta tener opciones y poder no elegir ninguna.
Me gusta lo verde, el campo y las manzanas.
Me gusta la cuidad, ser anónimo entre mucha gente.
Me gusta que me reconozca quién yo quiero y que me conozca la gente a la que quiero.
Me gusta la ambigüedad porque es dar libertad a la imaginación.
Me gusta que la gente se acerque a mí porque así evito el miedo de acercarme a los demás.
Me gusta ver el lado divertido de la vida y convertir un problema en una comedia absurda (no lo solucionas, pero las risas ya no te las quita nadie)
Me gusta imaginar que hago feliz a mi gente.
Me gusta sentirme bien sin más, sin motivo, pero por muchas razones.

martes, 13 de septiembre de 2011

Destino: el mundo

El silencio me relaja, a veces.
El ruido me une con el mundo.
Encendemos la radio, la tele, para confirmar que no estamos solos.
Confirmo que estoy viva y no soy la únicca, con el ruido que viene del exterior.
De ésta manera reafirmo mi necesidad de contacto con el mundo.
Camino entre gente desconocida, pero viva (eso creo). Nos reconocemos.
Sabemos que vamos por los mismos caminos, pero, a veces, el instinto del depredador que sabemos que el otro también lleva dentro, nos hace alejarnos, nos damos miedo.
Aún así nos necesitamos. Los bares son una excusa para mezclarnos, también para confundirnos, mirarnos, hablarnos.
Tal vez seamos el nuevo Anticristo porque somos Legión; todo en uno, lo bueno y lo malo, lo hecho y lo pendiente, el odio y el amor, los extremos que no queremos reconocer como propios y que nos son dados.
La libertad y la represión a la que nosotros mismos nos replegamos por temor a expresar lo que sentimos, lo que somos.
Somos uno, somos todos, no somos hormigas aunque nos obliguen a vivir como ellas.
Somos las abejas del panal, producimos, reproducimos, estamos dentro pero estamos fuera de la sinrazón de nuestra colectividad.
Necesito gente a mi alrededor, aunque vaya en dirección contraria. Tal vez alguien se de la vuelta, sienta curiosidad y se despierte, no en mi realidad sino en la suya, y sea capaz de pararse y mirar y ver dónde está.
No hay una verdad absoluta, el buen camino hace tiempo fue eliminado de los mapas (no había presupuesto para la carretera), no tenemos un GPS marcando nuestro destino.
Pero sabemos lo que necesitamos y si tenemos suerte, dónde encontrarlo.
Suerte, amigo.


jueves, 8 de septiembre de 2011

No quiero ser tú

Todos diferentes, todos iguales...bonito slogan.
¿porqué tenemos que ser todos iguales?
Todos homogéneos, como clones.
Todo rectitud y respeto.
No quiero ser igual que mi vecina, quiero ser diferente, porque lo soy y promulgo mi derecho a la diferencia.
Ser diferente no me convierte en un bicho, soy una persona, todos somos personas...perdón, algunos, animales con piel de persona. Nos diferenciamos del resto de animales (entre otras cosas) en que podemos controlar nuestros instintos.
Pero, en ocasiones, yo no quiero controlar mis instintos, quiero ser animal y dejarme llevar por el momento.
Reclamo mi derecho de independencia personal frente a los estados, gobiernos y fuerzas de seguridad.
Reclamo mi derecho a la opinión sin contrastar, como ser humano tengo derecho a equivocarme y lo quiero ejercer.
Como rata de ciudad registrada con nº gubernamental pido que me dejen en paz y si no se respetan mis derechos quiero protestar, sobre todo molestar: a los bienpensantes, estirados, trajeados, misses, vecinos cotillas, cabezas cuadradas, a los del otro equipo...y a todo el mundo en general.

La nausea flotante

Estoy harta de escuchar:
"Siempre queda por encima, como el aceite"
Y cuantas veces me quedo con las ganas de decir:
¿Sabes que la basura, la mierda, también flota?
Cuando la estupidez flota en el ambiente, todo justifica la estupidez.
Nos llenamos la boca engrandeciendo actos que no piden justificación y que, a veces, no entendemos, pero "queda bien" "cómo molamos".
Sólo la rabia y la decisión nos hacen avanzar por el camino adecuado, aunque estemos equivocados, sale de dentro, nos motiva a seguir adelante.
Nadando entre la mierda sólo puedes avanzar, escapar, o pudrirte en el confortable hedor de tu flotabilidad.